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Una ciudad desde el Cuerpo

La característica fundamental de una ciudad
es que se pueda caminar.
Somos luz en la medida en la que
estamos en la calle.
Cheo Carvajal
Los amigos de Mariana la tildan de “loca” debido a su gusto por los recorridos nocturnos. En una ocasión hizo un tour por bares de Chacao y la sola mención le puso los pelos de punta a varios de sus panas. Un relato de este tipo suena bien si hay luz de día, pero cuando el contexto es la noche, mejor pensarlo dos veces.
Mariana prefiere salir, aunque el toque de queda autoimpuesto en el sector de Prados del Este donde reside comienza a las siete de la noche: hasta esa hora pasan las camionetas.
Con todo, le encanta anotarse en rutas arquitectónicas porque siente que refuerzan su sentido de pertenencia y conexión con los espacios urbanos. Si el objetivo es patear calle, ser parte de un movimiento de gente que busca alternativas culturales en una ciudad arrebatada a los noctámbulos, Mariana se calza un par de zapatos cómodos y asiste a la convocatoria. Casi siempre arrastra con ella a Fabiola, a quien llevó al #MásNocheCaracas de Colinas de Bello Monte en mayo de 2019 y ahora la acompaña en la primera Observación Andante de Ciudad Laboratorio.
—¿Con qué tipo de actividades crees que se puede reactivar la noche?
—No estoy segura, pero creo que las ofertas culturales son muy atractivas y motivan. Me cuesta salir con mis amigos de noche, les da miedo, yo les explico que no es tan peligroso, que se pueden hacer cosas, pero es difícil.
De acuerdo con el monitoreo virtual que hizo CiudLab durante la segunda fase de su estudio Caracas de Noche -Observatorio, solo 27,27 % de los encuestados permanece en la calle hasta las 11 de la noche. Las otras opciones fueron 7:00 pm (35,23 %), 9:00 pm (27,27 %) y 1:00 am o más (10,23 %).
A las 6:30 pm del sábado 1° de febrero unas treinta personas están reunidas frente al Greenwich Pub, entre ellas Mariana y Fabiola. También está Carmen, que decidió dejar en casa su confiable bicicleta para emprender a pie el recorrido pautado. El equipo logístico de Ciudad Laboratorio reparte una serie de sujetapapeles con las mirillas de valoración (círculos divididos en cuatro partes) donde los participantes podrán señalar su percepción sobre el entorno. Las estimaciones van de cuatro para el valor más alto, a cero para indicar que la sensación —bien sea de seguridad, obstáculos, iluminación o actividad— es nula.
El ejercicio trae implícitas varias preguntas: ¿Qué perciben las personas de la noche en las zonas visitadas y qué tan dispuestas están a que la noche cambie? ¿Cómo nos sentimos al transitar por rutas alternas? ¿De qué manera se puede negociar con los comerciantes para que extiendan sus horarios nocturnos?
Un 60 % de los encuestados en el monitoreo Caracas de noche -Observatorio respondió que su razón principal para no salir de noche era la inseguridad.
Una vez que inicia la caminata, Carmen se separa del río de gente y enfila por las aceras contrarias. En el primer tramo —que culmina a la altura de la Embajada de Canadá—, los postes de luz funcionan y hay una actividad moderada que se expande hasta la plaza Francia. Los caminantes juntan las cabezas y comprueban sus respuestas como si estuvieran en medio de un examen. “¿Qué pusiste tú?”, “Ver a un policía no es sinónimo de seguridad”, comentan.
En el trayecto hacia el Altamira Suites (cierre del tramo 2), se aprecian los pendones colgados por la Alcaldía de Chacao indicando que “Chacao es LED”. La campaña cumplió, hasta el 9 de enero de este año, con la instalación de 3000 lámparas LED en la avenida Francisco de Miranda “para que vecinos y conductores se sientan más seguros”.
No obstante, en las rutas alternas que cubre la Observación Andante los territorios echan otros cuentos: faltan luminarias para los peatones, el pavimento tiene huecos o se levanta a causa de las raíces de los árboles, en las zonas residenciales no se oyen ni los grillos, los comercios tienen las santamarías bajas y la iluminación, en muchos casos, proviene de edificios privados. Son muy contadas las ocasiones en las que se ve a personas pululando por estas zonas para pasear a sus mascotas. Y justo antes de llegar a la panadería Cuevas de Iria (inicio de tramo 5), el pavimento se come la acera.
Carmen avanza despacio, su falda ondea por el medio de sus tobillos. A veces entrelaza las manos detrás de la espalda. El mentón bajo delata su concentración, en especial cuando las cuadras son demasiado oscuras: hay que poner atención dónde se pisa. Además de ciclista es antropóloga. Comenta que este monitoreo es “como hacer una etnografía de sí misma” porque la conduce a situar la mirada en sus sensaciones como transeúnte en lugar de observar a los otros. Caminar le produce ansiedad, de modo que la propuesta de Ciudad Laboratorio supone una especie de reto.
Al entrar al municipio Sucre por Santa Eduvigis y empalmar con la avenida Rómulo Gallegos, quienes iban por su cuenta regresan al grupo: la oscuridad resulta apabullante. Varias mujeres expresan que no serían capaces de ir solas por ese sector. Los faroles del Excelsior Gama y los avisos de un Krispy Donuts o un Golden Fish, enmarcados por rejas, desatan suspiros por el potencial desaprovechado: apenas son las ocho de la noche y no se ve ni un alma.
Algunos espectadores casuales preguntan el motivo de la caminata o señalan a Andrés, el videógrafo, que sube a islas o se rezaga para hacer tomas con su cámara. “Está loco ese muchacho, ¡lo van a robar!”.
La avenida Sucre atasca saliva en la garganta. La sensación de seguridad solo se mantiene por efectos del grupo: las cuadras son demasiado solitarias y oscuras, con la irrupción de algún bombillo de tungsteno proveniente de un quiosco o taguaras cuya actividad sostienen los vecinos. Pequeños parches vivos en un croquis casi devorado por la oscurana.
Finalmente, el grupo llega al paseo La Carlota. El Centro Hípico de Ana que queda doblando una esquina despunta como la taima en un juego de persecución. Las tensiones bajan. Es el último tramo del monitoreo, Jaime Cruz, diseñador de CiudLab, extrae de su bolso unas láminas con calcomanías (emojis) y despliega un mapa que traza toda la ruta realizada. “Tengo emociones para todo el mundo”, vocifera Jaime para hacerse oír en medio del bullicio de los comensales y las chácharas del grupo, que intercambia impresiones en las mesas.
Poco a poco, los caminantes se animan a imprimir una emoción en el mapa. Señalan los tramos que les gustaron, dejan comentarios positivos o negativos, apuntan algún descubrimiento.
Carmen se integra al grupo de ciclistas, Mariana y Fabiola comparten una mesa apartada y chocan sus cervezas en medio de una conversación amena. Esta noche, cada una a su manera, las tres han convertido el acto de caminar en una actividad consciente. En una metodología para narrar y vivir la ciudad desde el cuerpo.