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A la sombra de una caoba hablamos sobre justicia ambiental e infraestructura verde urbana

Amalia Calderón Argelich y David Camacho, investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona, nos acompañaron en la primera edición de nuestras Conversaciones desde el jardín, un espacio concebido al calor de las constantes agresiones al arbolado urbano de Caracas, y como referencia de un proyecto en proceso en la sede de Ciudad Laboratorio. Los trabajos de ambos se enfocan en la infraestructura verde urbana y abarcan temas de justicia ambiental, servicios ecosistémicos, sostenibilidad ambiental y urbanismo feminista.
El recorrido de nuestro #HiloAndante número 26 desde la intersección entre la calle Boyacá y la calle Carabobo de El Rosal hasta Parque Miranda (atravesando los municipios Chacao y Sucre) dejó nuestros contadores algo alarmados: 44 árboles eliminados, 44 en franca amenaza y al menos 27 podas severas, que a mediano o largo plazo pudieran convertirse en talas.
El arbolado urbano en Caracas se ha ido perdiendo a lo largo de los años y por razones diversas: ampliación de autopistas, comercios que quieren más espacio para que aparquen autos, vecinos a los que les incomoda que en la etapa de floración y fructificación los árboles “ensucien” sus propiedades o que las raíces malogren las aceras, entre otros.
Para muchos, la capital venezolana es una “ciudad verde”, argumento en el que suelen señalar el Ávila como referencia primordial. Sin embargo, esta percepción escuda y justifica una desaparición progresiva de especies cuyo impacto se hace más evidente para quienes andan a pie: no es lo mismo caminar bajo la sombra de los árboles que a pleno sol.
Ante la proliferación de tocones, rellenos de cemento o jardineras usadas como botaderos de basura, los cuales hemos ido monitoreando y registrando en CiudLab, nos preguntamos: ¿quién decide dónde van las zonas verdes de la ciudad? ¿quién las diseña, cómo las diseña? ¿hay procesos participativos?
Los investigadores Amalia Calderón Argelich y David Camacho nos acompañan en estas reflexiones, compartiendo estudios y nociones al respecto, en la primera entrega de Conversaciones desde el jardín, un ciclo de encuentros que esperamos convocar una vez al mes.
A continuación, algunos de los puntos comentados:
La dimensión urbana del verde
Amalia Calderón Argelich describe las ciudades como sitios ruidosos, calurosos, contaminados, impermeables y altamente poblados, que están inmersos en un proceso de urbanización constante y, además, bajo un contexto de cambio climático. “En este sentido, los espacios verdes son esenciales para hacer las ciudades más habitables, más vivibles y más saludables”, sostiene la investigadora.
Se habla de “infraestructura verde urbana” para señalar un cambio de paradigma: los parques y los jardines ya no son ornamentales sino elementos funcionales en el espacio que requieren de diseño y mantenimiento.
Árboles, parques, jardines públicos y privados, siembras hechas por los vecinos, huertos urbanos, entre otros, son parte de esa infraestructura. Cada uno de ellos ofrece lo que Calderón Argelich denomina “servicios ecosistémicos”, es decir, todos los beneficios que los ecosistemas urbanos pueden proveer al bienestar humano.
Estos servicios se clasifican de tres maneras:
- Servicios de provisión: como alimentos, medicinas, madera, materiales, agua potable y sombra.
- Servicios de regulación: absorción de contaminantes del aire, absorción de exceso del agua de lluvias, provisión de un hábitat para la diversidad.
- Servicios culturales: los espacios verdes estimulan la mejora de la salud física y mental, así como la visión estética, el sentido de pertenencia, de patrimonio, de comunidad (por ejemplo, hay árboles que son símbolos de una zona determinada, como la ceiba de San Francisco).
Velar por el equilibrio de esos servicios y el acceso a ellos por parte de todos los y las habitantes de la ciudad es la función de la justicia social, uno de los campos de investigación de Calderón Argelich.
Para explicarlo mejor, la especialista comentó un estudio de su autoría llevado a cabo en la ciudad de Barcelona (España), donde reside desde hace años; este se titula “¿Bajo un dosel? Evaluación de las implicaciones de justicia ambiental distributiva de los beneficios de los árboles de la calle en Barcelona”.
El trabajo implicó evaluar el acceso y distribución de las áreas verdes en esa ciudad. Para ello, el equipo de investigación contó con la data de todos los árboles de la zona, proporcionada por el Ayuntamiento de Barcelona, en la que se especificaba la especie y el tamaño de cada uno. Asimismo, por medio de la herramienta i-Tree fue posible determinar cuánta contaminación y escorrentía absorben estos árboles.

Foto: Hilaria Sciamanna Denti. Especies amenazadas por construcciones y podas en Caracas. Registro del monitoreo colaborativo #EstosArbolesTienenDolientes
¿Cuáles fueron los aspectos más relevantes del estudio?
En las ciudades compactas como Barcelona, donde no caben parques nuevos, los árboles pueden flexibilizar el acceso al patrimonio verde. Estos, a su vez, se adaptan bien al clima y pueden ser muy útiles al proveer sombra durante las olas de calor, que se han vuelto más frecuentes y severas, explica la investigadora.
Conocer las especies y tamaños de los árboles fue otro aspecto importante: un árbol joven da poca sombra y en muchos casos no es solo cuestión de plantar sino de tener claro el potencial del árbol que se siembra.
Los factores socioeconómicos y de inmigración también se tomaron en cuenta para analizar cómo variaba la distribución de la infraestructura verde. En algunos casos, se evidenció que sectores de estatus socioeconómico alto tenían menos árboles en las calles, pero se veían compensados por parques o jardines privados, y viceversa.
Urbanismo feminista: ciudad de los cuidados y ciudad cuidadora
El urbanismo feminista, que es otro rasgo que Calderón Argelich integra en su labor investigativa, busca poner la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas.
Las experiencias de los individuos son distintas en la ciudad y dependen de variables como el género, la edad, el origen, la identidad sexual, la unidad de convivencia, la diversidad funcional, entre otros. Para este movimiento social, la información que se desprende de dichas variables debe introducirse en la participación urbana.
“El urbanismo feminista intenta romper y construir dicotomías. Por ejemplo, lo público y lo privado, el hogar y el trabajo. La esfera productiva (el hombre que sale al trabajo remunerado) y la esfera reproductiva (las mujeres que hacen trabajos desde el hogar, en lo privado, que no son remunerados)”, comenta Calderón Argelich. Ella contrasta la “ciudad cuidadora y ciudad de los cuidados”, es decir, una ciudad que pone la sostenibilidad de la vida en el centro (desde una perspectiva reproductiva) y una ciudad “para cuidar de ti mismo y cuidar de los otros”.
La investigadora menciona como referencia al colectivo Punt6, que ahonda en la definición de urbanismo feminista en el siguiente video:
Los beneficios de la infraestructura verde en la infancia
Una de nuestras líneas de acción en Ciudad Laboratorio es trabajar en pro de una ciudad sostenible y adecuada para los niños en la que estos puedan apreciar las bondades de la vegetación urbana. A propósito de este objetivo fue muy interesante escuchar al investigador David Camacho, quien nos refirió el estudio “El verde en las escuelas: ¿un derecho o un privilegio?”, en el cual se evaluaron 324 planteles educativos de Barcelona.
La investigación procuró entender la presencia de la vegetación dentro y fuera de estas escuelas, la relación entre esta y el espacio socioeconómico donde se encontraban, así como conocer si estas compensaban la falta de áreas verdes en sus instalaciones. Se consideró la presencia de espacios dedicados solo para niños en los parques.
Camacho destacó los beneficios de la infraestructura verde en la infancia:
- Beneficios físicos: más actividad aeróbica.
- Beneficios cognitivos: niños y niñas con déficits que mejoran su condición en la medida en que están en contacto con espacios verdes.
- Áreas para la cohesión social: la vegetación urbana permite que disminuya la hostilidad entre grupos y les permite crear nuevos vínculos.
Asimismo, los niños y niñas que entran en contacto con la naturaleza a temprana edad pueden desarrollar herramientas y mejores prácticas ambientales a futuro. Por otro lado, entre los riesgos de crecer con la ausencia de esta infraestructura se encuentran: el desarrollo de enfermedades pulmonares (por el contacto severo con la contaminación atmosférica) y la obesidad (por la falta de actividad).
¿Por qué estudiar las escuelas?
Porque en ellas se producen actividades de relevancia en el desarrollo de las personas como la enseñanza, la socialización, el deporte y la recreación.
Entre los resultados, Camacho menciona que en las escuelas ubicadas en zonas de bajos recursos las áreas verdes eran casi inexistentes y no había esfuerzos por parte de la administración para procurar que los estudiantes tuvieran modos de acceder a espacios con vegetación (excursiones o salidas a parques). Uno de los patrones que se repiten en las instalaciones es la dominancia de las canchas de deporte, en las que si un niño no quiere o no puede participar en las dinámicas, se ve marginado a las áreas periféricas que están desprovistas de áreas verdes, y esto produce una jerarquización del uso del espacio, generando relaciones verticales entre los grupos.
Actualmente, Camacho y su equipo elaboran un marco para evaluar la infraestructura verde de la ciudad que se rige por una matriz de beneficios, vulnerabilidad y multifuncionalidad.
Puedes enterarte de más en el video de la conversación que está en nuestro canal de Youtube.
Más adelante tuvimos una ronda de preguntas en la que discutimos sobre derecho ambiental, infraestructura verde en los barrios, entre otros. Haz clic aquí para entrar directo al debate.
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Árboles talados y bajo amenaza, un registro por tres municipios